Paz y tranquilidad es lo primero que se percibe en las calles de Greenpoint, al norte de Brooklyn. La serenidad del barrio atrae a los turistas y a quienes huyen del bullicio de Manhattan. “El barrio ha cambiado mucho en los últimos años”, cuenta Tobias van Schneider. Este diseñador y empresario de 37 años llegó aquí en 2013, buscando un lugar más tranquilo para vivir. Eagle Trading Co., donde hemos quedado con él, se inauguró hace diez años y fue la primera cafetería moderna en Greenpoint. Tobias charla con Sam, el propietario, antes de sentarse junto a la ventana. Al otro lado, nos espera su Mercedes-Benz G 550 (no disponible en el mercado nacional).
NUEVA YORK, UN SITIO PARA QUEDARSE
El Clase G, con sus formas angulares, destaca entre los redondeados coches americanos. Los peatones se detienen y el dueño de un perro se hace un selfie. “A menudo me preguntan por el coche”, dice Van Schneider entre risas. “Llama la atención, sobre todo porque suele estar muy sucio. Me gusta conducir por caminos en Offroad, y tardo en lavarlo”. Quizá sea lo más adecuado para su Clase G: “Está hecho para terrenos difíciles, puede estar sucio”.
Los fines de semana viaja con su G 550 a Nueva Jersey, a una pista que solo utilizan los pilotos de motocross o a un tramo de playa en el Island Beach State Park, donde se puede conducir con el permiso adecuado. Mientras se dirige a un centro de lavado de automóviles a las afueras de Greenpoint, nos enumera lo que le atrajo de su Clase G, como su motor V8 y sus capacidades para dominar casi cualquier terreno gracias a los diferenciales bloqueables. Cuando lava su Clase G, suele aplicarle después algo de abrillantador “por los microarañazos que le voy dejando aquí y allá”. Son los recuerdos de sus trayectos por el bosque.
Van Schneider es un diseñador hecho a sí mismo. Tras encadenar en Alemania, su país natal, diferentes fracasos en su trayectoria académica, comienza a estudiar diseño en Graz (Austria) de forma autodidacta y crea su propia agencia, alentado siempre por la confianza que le inculcó su madre. Con sus primeros clientes, empezó a diseñar logotipos y aumentar su presencia en internet. Su compromiso era grande y empieza a cosechar sus primeros éxitos por lo que decide probar fortuna en Nueva York. Aquí importan más las ganas de trabajar, la pasión y la fascinación por algo que los diplomas que puedas aportar. Eso le permite comenzar en una agencia, crear en 2015 su propia empresa y diseñar uno de los logotipos que más reconocimiento le han aportado: el que se visualizaba en un cohete de la NASA que envió en 2020 a Marte.
Como diseñador, Van Schneider, desarrolla la imagen de marca de varias empresas y es socio de tres compañías que ofrecen soluciones digitales para creativos. Además, es padre de un hijo de 3 años que aún no disfruta mucho con las excursiones Offroad. “Cuando viajamos los tres, nos gusta conducir por la zona norte de Nueva York, ir a caminar o pasear, explorar la naturaleza. La zona es muy bonita”. Cadenas montañosas y extensos bosques caracterizan el paisaje del norte de Nueva York, que, según Van Schneider, le recuerdan un poco a Austria.
BELLEZA ATEMPORAL
Lo que más aprecia Van Schneider de su Clase G es su esencia. “Como diseñador, me encantan las líneas limpias y lo funcional. El Clase G es atemporal”. Para él, esto es lo que vuelve excelente un diseño: “Un gran trabajo habla por sí solo a través del tiempo”. Mercedes-Benz siempre le ha fascinado, especialmente en la etapa de Bruno Sacco. “Sus líneas eran únicas”.
Durante mucho tiempo, el sueño de poseer un Mercedes-Benz le parecía inalcanzable. En Nueva York, él y su pareja pasaron mucho tiempo sin coche, confiando en el metro de la ciudad. “Pero cuando nos mudamos a Greenpoint, elegimos un piso con garaje. Y creo que mi novia sabía qué coche iba a elegir antes que yo”.
Sin embargo, Tobias van Schneider pasó varios meses buscando vehículo: “Tenía una idea muy clara de lo que buscaba: un coche de segunda mano (solo un propietario anterior), con pocos kilómetros y que no estuviera modificado”. El Clase G negro de 2015 apareció en Nebraska. “Mi agente me dijo: ‘Está hecho para ti”.
Van Schneider compró el coche sin verlo antes en persona. “Volé a Lincoln, Nebraska, en el corazón de Estados Unidos, y volví en mi propio Clase G. Un viaje de 24 horas. Fue una sensación indescriptible, siempre conduciendo hacia el este, cruzando estados y bordeando los Grandes Lagos. Pero también me sentí como en casa”. Una sensación que todavía conserva a día de hoy.
Van Schneider posee ahora dos Mercedes-Benz más: un 500 SEC de 1990 y un 190 E de 1989. Ambos están guardados en Graz. “Soy coleccionista. Colecciono lo atemporal: relojes, motos y vehículos antiguos”. Pero no sólo disfruta con su estética. “La experiencia de conducirlos es simplemente sublime. En un Mercedes-Benz no tienes la necesidad de ir rápido. Quieres conducir con serenidad, disfrutando”.