Hemos venido a explorar las Montañas Rocosas canadienses y la Icefields Parkway, considerada una de las carreteras más bellas del mundo, en nuestro eléctrico Mercedes-Benz EQE 350 4MATIC SUV. Queremos experimentar esa típica reclusión canadiense y cruzar dos parques nacionales que figuran entre los más hermosos de la Tierra: el Banff National Park y el Jasper National Park. Aproximándonos a esta zona por la autopista Transcanadiense, divisamos la cordillera con picos de hasta 4.000 metros copados con nieve perpetua. Las escarpadas montañas se elevan cada vez más sobre nosotros, sin darnos cuenta estamos en medio de ellas, con nuestro blanco Mercedes-Benz EQE SUV. Sobre nosotros, un azul marino solo presente en zonas montañosas como esta.
Los coches cruzan la autopista como una tira de perlas. Una vez superado el tráfico más lento y dejándonos paso los camiones extralargos, conectamos el sistema Distronic y dejamos que el EQE SUV vigile la velocidad y la distancia con el vehículo que tenemos delante. El tranquilo murmullo del motor eléctrico nos recuerda que esto no es un sueño del futuro. La música country emana de los altavoces Burmester mientras una banda canta a las largas y solitarias noches.
Banff
Antes de tomar la Icefields Parkway, paramos en Banff para recargar las ‘pilas’, las del coche y las nuestras. Nos detenemos en una de las estaciones de carga gratuitas que hay en el estacionamiento principal de la ciudad, recorremos una Banff Avenue con poco tráfico y disfrutamos contemplando la Cascade Mountain que lo domina todo. La zona tiene una gran oferta para el turismo activo, cultural o gastronómico. En sus restaurantes podrás degustar desde carne de res a bisonte hasta platos vegetarianos o veganos.
La belleza inmaculada de este lugar sumerge la mente en un viaje alucinante con osos que duermen plácidamente en el green de un campo de golf o venados que pasean por las calles de los pueblos. Entonces tienes que pellizcarte para recordar que estás viendo a un animal real, y no es una atracción impostada para los turistas.
POR LA ICEFIELDS PARKWAY
Siguiendo el camino trazado por la Icefields Parkway, y a 45 minutos de Banff, finalmente sentimos esa primera sensación de la lejanía canadiense. Todavía hay algunos coches delante de nosotros, pero cada vez son menos y más espaciados, y entonces aparece un cartel: “No hay cobertura móvil en 230 kilómetros”. Poco después, otro cartel nos avisa de que tampoco hay gasolineras. Lo mismo se aplica a las estaciones de carga. Quizás parte de la belleza de la Icefields Parkway también reside en el hecho de que está realmente ‘fuera de la red’.
Con una autonomía de hasta 539 kilómetros, estos 230 kilómetros sin estaciones de carga entran en el rango de nuestro EQE SUV. Lo que no revelan a primera vista ni la ruta ni el Electric Intelligence –el planificador inteligente que monitoriza la autonomía y nos guía con delicadeza– son los muchos lugares donde podemos echar pie a tierra. Pararnos, bajarnos y maravillarnos. Un viaje de tres horas puede alargarse espontáneamente a un día entero cuando cedemos a la mínima tentación para detenernos en otra área de descanso más. Por ejemplo, la del Glaciar Athabasca. Admiramos este glaciar y “tomamos un respiro”, como dicen aquí. Las nubes que se avecinan casi se acentúan más en la foto hecha con el smartphone que en la realidad. Pero el aire de las montañas y el viento que acaricia los glaciares no se pueden sentir a través de la pantalla.
Parque Nacional de Jasper
La carretera se encoge directa hacia el horizonte, por encima del cual nos esperan montañas de nubes. Las primeras gotas de lluvia aterrizan en el techo panorámico del EQE SUV. Cambia el tiempo y también el paisaje, ahora los amplios valles y los anchos cauces de los ríos se abren ante nosotros. El pueblo es más auténtico y salvaje que Banff y está repleto de tiendas originales y alegres cafeterías para probar las auténticas hamburguesas americanas con kilos de patatas fritas.
El entorno está plagado de osos pardos, grizzlys, alces, wapitís o borregos cimarrones, en total más de 50 especies salvajes. La carretera que lleva al lago Maligne está desierta. La oscuridad de la noche apenas empieza a aclararse y somos el único coche presente. De pronto, un oso pardo cruza frente a nosotros. Paramos, nos quedamos quietos, apenas respirando y, por supuesto, sin abandonar nuestro coche (el atasco que se forma en estas situaciones tiene incluso su propio nombre: bear jam). Al oso ni le preocupamos. Lentamente sigue su trote, ni siquiera nos mira. Ponemos el intermitente y seguimos conduciendo, listos para anticiparnos a lo que pueda venir tras la siguiente curva.